Oh Señora nuestra que quisiste aparecerte a Santa Catalina Laboore, como mediadora entre Dios y los hombres, escucha nuestra suplicas.
ponemos en tus manos materiales todas nuestras intenciones, todas nuestras preocupaciones espirituales y materiales. ya te hemos confiado las gracias, que por tu intercesión, nos hemos atrevido a pedir a tu divino hijo.
te suplicamos humildemente que le hables de nosotros y le digas que nos escuche , si estas gracias que pedimos son conforme a su voluntad y han de ser para nuestro bien. después que eleves tus manos suplicantes hacia el señor, dignate virgen y madre extenderlas sobre nosotros. envuelvenos en tus rayos de gracias para que su luz y su calor nos despeguen de las cosas de aqui abajo y nos purifiquen y para que caminemos alegremente, siguiendote en esta vida hasta el dia en que tu misma nos recibas en las puertas del cielo . Asi sea.
Milagros Fernández obsequiaran medallas Milagrosa con la bendición del padre.
0212.4223247/0412.3.605721
Santa Catalina Labouré vivirá oculta, en humildad y obediencia, sus 46 años de vida religiosa, al servicio de los necesitados. Pero la devoción a Nuestra Señora se difunde por el mundo.
Un judío de Estrasburgo, Alfonso Ratisbona, al despedirse en 1842, para un viaje al Oriente, acepta por compromiso de un compañero católico, antiguamente protestante, una medalla de la Virgen Milagrosa, con la recomendación del rezo diario del «Acordaos» de San Bernardo.
El 30 de enero visita turísticamente en Roma la iglesia de San Andrés delle Fratte; de pronto se pone de rodillas inesperadamente; y, al levantarse, repite que la Virgen Milagrosa le ha transformado con su visita y sus palabras. Como sacerdote católico, dedicará la vida a sus hermanos judíos, atrayendo hasta Cristo a veintiocho de sus parientes y a trescientos ochenta más.
Su fundación de Sacerdotes y Hermanas de Sión surge con este ideal y con idéntica devoción a Nuestra Señora de la Medalla milagrosa.
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Santa Catalina Labouré vivirá oculta, en humildad y obediencia, sus 46 años de vida religiosa, al servicio de los necesitados. Pero la devoción a Nuestra Señora se difunde por el mundo.
Un judío de Estrasburgo, Alfonso Ratisbona, al despedirse en 1842, para un viaje al Oriente, acepta por compromiso de un compañero católico, antiguamente protestante, una medalla de la Virgen Milagrosa, con la recomendación del rezo diario del «Acordaos» de San Bernardo.
El 30 de enero visita turísticamente en Roma la iglesia de San Andrés delle Fratte; de pronto se pone de rodillas inesperadamente; y, al levantarse, repite que la Virgen Milagrosa le ha transformado con su visita y sus palabras. Como sacerdote católico, dedicará la vida a sus hermanos judíos, atrayendo hasta Cristo a veintiocho de sus parientes y a trescientos ochenta más.
Su fundación de Sacerdotes y Hermanas de Sión surge con este ideal y con idéntica devoción a Nuestra Señora de la Medalla milagrosa.
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