Libro de Génesis 12,1-4a.
Salmo 33(32),4-5.18-19.20.22.
Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 1,8b-10.
Evangelio según San Mateo 17,1-9.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Juan Crisóstomo (c. 345-407), sacerdote en Antioquía después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre el evangelio de Mateo, n° 56; PG 58, 549
“No contéis a nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”
El Señor dijo a Abrám: "Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra".
Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Cuando salió de Jarán, Abrám tenía setenta y cinco años.
Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra".
Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Cuando salió de Jarán, Abrám tenía setenta y cinco años.
Salmo 33(32),4-5.18-19.20.22.
Pues recta es la palabra del Señor,
y verdad toda obra de sus manos.
El ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su gracia.
Está el ojo del Señor sobre los que le temen,
y sobre los que esperan en su amor,
para arrancar sus vidas de la muerte
y darles vida en momentos de hambruna.
En el Señor nosotros esperamos,
él es nuestra defensa y nuestro escudo;
Venga, Señor, tu amor sobre nosotros,
como en ti pusimos nuestra confianza.
y verdad toda obra de sus manos.
El ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su gracia.
Está el ojo del Señor sobre los que le temen,
y sobre los que esperan en su amor,
para arrancar sus vidas de la muerte
y darles vida en momentos de hambruna.
En el Señor nosotros esperamos,
él es nuestra defensa y nuestro escudo;
Venga, Señor, tu amor sobre nosotros,
como en ti pusimos nuestra confianza.
Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 1,8b-10.
Querido hijo:
Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.
El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad,
y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia,
Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.
El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad,
y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia,
Evangelio según San Mateo 17,1-9.
Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo".
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan miedo".
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo".
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan miedo".
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Juan Crisóstomo (c. 345-407), sacerdote en Antioquía después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre el evangelio de Mateo, n° 56; PG 58, 549
Jesucristo había hablado muchas cosas acerca de los peligros, de la muerte, de su Pasión y aun de la matanza de sus discípulos, y les había dado preceptos difíciles, cosas todas realizables en la vida presente y que estaban como quien dice entre las manos de ellos, mientras que los otros bienes estaban en esperanza y expectación -como era aquello de que quienes pierden su alma la salvarán y que El vendría en la gloria de su Padre,… ya desde esta vida quiso hacerla manifiesta y revelarla, a fin de que no se dolieran ni de la muerte de ellos ni de la muerte de su Señor; en especial Pedro, que se esforzaba en aceptarlo.
Seis días después tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan. ¿Por qué a solos ellos tomó? Porque eran más excelentes que los otros. Pedro sobresalía porque amaba sobremanera a Cristo; Juan porque era el muy amado; Santiago por la respuesta que dio juntamente con su hermano cuando dijo: Podemos beber el cáliz. Y no sólo por la dicha respuesta, sino además por sus obras… Y ¿por qué trae ahora a Moisés y a Elías? Muchos motivos podrían aducirse. Y el primero es que las turbas decían que El era Elías, otros que Jeremías, otros que alguno de los profetas. Trae, pues, consigo a los que parecían ser los principales, para que con esto se viera la enorme diferencia que había entre el Señor y los siervos; y así mejor se viera que justamente Pedro había sido alabado por haberlo confesado Hijo de Dios.
Hay otro motivo. El de que frecuentemente se le acusara como transgresor de la Ley y que se le tuviera como blasfemo, porque reivindicaba para sí la gloria del Padre… y que no había traspasado la Ley ni había reivindicado para sí una gloria que no le perteneciera, al llamarse igual al Padre. Por eso trae consigo a los que más en esto se habían distinguido. Moisés había dado la Ley… En cuanto a Elías, que estaba lleno de celo por la gloria de Dios… Para que entendieran que Cristo tenía potestad sobre la vida y la muerte e imperaba en cielos y tierra. Por eso hace presente a uno que ya había muerto y a otro que aún no había muerto. Para manifestar la gloria de la cruz y consolar así a Pedro y a los otros que temían la sagrada Pasión y levantarles el ánimo. Pues los profetas, en cuanto llegaron ahí, no permanecieron callados, sino que trataban de la partida de Cristo que debía cumplirse en Jerusalén, es decir, de su Pasión y muerte de cruz, pues así la llaman siempre.
Seis días después tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan. ¿Por qué a solos ellos tomó? Porque eran más excelentes que los otros. Pedro sobresalía porque amaba sobremanera a Cristo; Juan porque era el muy amado; Santiago por la respuesta que dio juntamente con su hermano cuando dijo: Podemos beber el cáliz. Y no sólo por la dicha respuesta, sino además por sus obras… Y ¿por qué trae ahora a Moisés y a Elías? Muchos motivos podrían aducirse. Y el primero es que las turbas decían que El era Elías, otros que Jeremías, otros que alguno de los profetas. Trae, pues, consigo a los que parecían ser los principales, para que con esto se viera la enorme diferencia que había entre el Señor y los siervos; y así mejor se viera que justamente Pedro había sido alabado por haberlo confesado Hijo de Dios.
Hay otro motivo. El de que frecuentemente se le acusara como transgresor de la Ley y que se le tuviera como blasfemo, porque reivindicaba para sí la gloria del Padre… y que no había traspasado la Ley ni había reivindicado para sí una gloria que no le perteneciera, al llamarse igual al Padre. Por eso trae consigo a los que más en esto se habían distinguido. Moisés había dado la Ley… En cuanto a Elías, que estaba lleno de celo por la gloria de Dios… Para que entendieran que Cristo tenía potestad sobre la vida y la muerte e imperaba en cielos y tierra. Por eso hace presente a uno que ya había muerto y a otro que aún no había muerto. Para manifestar la gloria de la cruz y consolar así a Pedro y a los otros que temían la sagrada Pasión y levantarles el ánimo. Pues los profetas, en cuanto llegaron ahí, no permanecieron callados, sino que trataban de la partida de Cristo que debía cumplirse en Jerusalén, es decir, de su Pasión y muerte de cruz, pues así la llaman siempre.
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